Si la noticia no existe, ¿es legítimo inventar la noticia?

Los hábitos culturales y de consumo están cambiando en la sociedad 2.0. El mercado de la información tampoco es capaz de escapar de esta vertiginosa dinámica. El ciudadano es cuenta con una gran cantidad de canales entre los que elegir. La TDT ha hecho posible el sueño “americano” de un mando a distancia con más de cinco canales, el dial de nuestra radio cada vez está más completito y gracias a la transmisión electrónica de la información, El País sale al mismo tiempo en Madrid que en Buenos Aires y el Washington Post se compra simultáneamente en Los Ángeles y en Tokio.

Son los efectos colaterales del proceso de globalización que padecemos, diseñado para que los grandes capitales y las industrias puedan moverse más rápidamente para producir allá donde más miserables sean las condiciones de la vida proletaria y sacar corriendo sus manufacturas para venderlas con usura en los últimos paraísos capitalistas, antes de que las clases medias terminen por desaparecer y sea necesario un nuevo sistema de explotación. Esas mismas clases medias a las que va destinada este mercado de la desinformación.

Sea como fuere, esta avalancha de medios de información no ha mermado la calidad de su esencia: es decir, sigue siendo igual de manipulada y precaria que antes. Sin embargo, se ha iniciado un proceso de fagocitación no sólo con la competencia, sino también con otros medios de la misma corporación.

Y los canales generalistas de los medios tradicionales ven como la sangría de consumidores  avanza imparable hacia los nuevos contrincantes de  la lucha mediática, a veces fraticida, bajo la mirada atenta de árbitro más cruel, parcial y sobornable que el propio sistema mediático podría haber diseñado: el audímetro.

Ante esta necesidad de lograr, a veces inventar, espectadores, y ante la manipulación de las cifras,

Atribución flickr-com/photos/foxspain/3206358006

con el fin de atraer su más necesitada compañera, la publicidad, los grupos mediáticos han comenzado a recurrir a una  técnica ruin: envenenar los noticiarios con las basuras del prime-time.

El boletín informativo, el telediario de toda la vida, ha pasado de su formato breve, de media hora de actualidad, a un formato extendido, para dar más espectáculo que información. La noticia deja de ser importante y en su lugar se instala el morbo, la imagen más sangrienta. Y además, se ha instaurado como titular del día la serie o película que estrena la cadena de turno esa semana, y los actores o directores ocupan un lugar en uno de los últimos lugares sagrados que iba quedando en una parrilla televisiva cada vez más mediocre. Así, el estreno de Hispania, la decadente vida de la princesa del pueblo, los trapos sucios de la familia real o el traumático retorno de ese club de alterne denominado Gran Hermano, comparten cabecera con el asalto de Marruecos al Sahara Occidental, con el brote de cólera en Haití o con la aniquilación de millones de especies animales y vegetales en la cuenca del Danubio.

No sabemos que es lo que se busca con esta maniobra perversa. Si al menos lo que se trata de conseguir es la captación del televidentes para la basura del horario de máxima audiencia, el codiciado prime-time, el asunto podría pasar como una maniobra deshonesta. Lo que no tendría perdón es que se estuviera tratando de extender una cortina de humo a base de series de ficción que  ocultan sus carencias de guión con tetas y sexo, para que la gente no sepa distinguir entre realidad y ficción, y que al final no sepamos si Viriato fue el causante de la guerra de Irak , o si Bush fue el que invadió el imperio romano.

Disfruta en USA

Alfonso Vázquez Atochero

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